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Hacia una nueva ley del libro

Recién salió un artículo en El Espectador que, creemos, señala inteligentemente varias cosas sobre este proyecto de Ley del Libro

6/24/20246 min leer

Un artículo en El Espectador

Recientemente el diario El Espectador publicó un artículo "El fomento a los libros se debe perfeccionar". El texto aborda de manera crítica las políticas actuales relacionadas con la promoción de la lectura y el apoyo a la industria editorial en Colombia. Y el autor destaca que, si bien existen esfuerzos por parte del gobierno para fomentar la cultura del libro, estos son insuficientes y requieren ser perfeccionados.

Uno de los puntos principales que se menciona en el artículo es la falta de una estrategia coherente y bien estructurada para promover la lectura entre los ciudadanos. Critica que muchas de las iniciativas actuales son esporádicas y no tienen un impacto sostenido en el tiempo. Además, el artículo resalta que las políticas de fomento a la lectura no siempre consideran las particularidades regionales y las necesidades específicas de diferentes grupos poblacionales, lo que limita su efectividad.

Dicho en otras palabras: pareciera que el texto de este nuevo proyecto de ley para el libro se queda corto a la hora de pensar en el conjunto del país, en la diversidad de cada región y más aún, en las posibilidades, retos y dificultades que tiene dedicarse a hacer libros, o comercializarlos, en sectores apartados del territorio nacional.

En cuanto a la industria editorial, el artículo señala que existen barreras significativas que impiden su desarrollo. Entre estas barreras, se mencionan los altos costos de producción y distribución de libros, así como la falta de incentivos fiscales para los editores y libreros. También subraya la necesidad de apoyar a los autores nacionales, quienes a menudo enfrentan dificultades para publicar y difundir sus obras.

Ese artículo ofrece varias recomendaciones para mejorar la situación actual. Una de las propuestas más pilas es que el proyecto para una nueva ley del libro contemple incentivos fiscales reales, la reducción de impuestos para la producción y distribución los libros y medidas claras y urgentes para apoyar a los editores y libreros colombianos. Asimismo, se sugiere la implementación de programas de formación y capacitación para quienes trabajan en la industria editorial, con el fin de mejorar sus competencias y adaptar sus prácticas a las nuevas realidades del mercado.

Otra recomendación importante es el fortalecimiento de las bibliotecas públicas y escolares, así como la promoción de proyectos de lectura comunitaria que involucren a diferentes actores sociales. Estas iniciativas podrían contribuir a crear una cultura del libro más inclusiva y accesible para todos los colombianos.

Y nosotros pensamos que...

El artículo de El Espectador presenta una reflexión necesaria sobre la urgencia de una nueva ley del libro en nuestro país. Coincidimos plenamente con la visión de que hay que repensar las políticas actuales sobre el sector [que tienen ya más de 30 años] y que no son suficientes ni para fomentar la lectura, la escritura u oralidad, ni para apoyar de manera efectiva a la industria. Las medidas vigentes se quedaron rezagadas ante los rápidos cambios tecnológicos y las nuevas dinámicas del mercado, lo que ha generado un entorno desfavorable para autores, traductores, lectores, editores y demás.

Un apunte al margen: sorprende la actitud demostrada por los directivos de la Dirección Nacional de Derecho de Autor que, en el foro dedicado a la inteligencia artificial y su impacto en el sector, en el que esa entidad fue anfitriona en la más reciente FilBo, señalan que no hace falta actualizar las normas y legislación colombianas en este tema: como si un atraso legislativo de tres décadas fuese excusable en que, como todo el medio se está moviendo a la par con el desarrollo de nuevas tecnologías y eso es tan rápido, no vale la pena ese esfuerzo.

Un claro ejemplo de cómo se pueden mejorar estas políticas nos lo ofrece Francia, con su "Ley Lang", que protege el precio único del libro. Esta medida ha permitido que las librerías independientes compitan de manera más justa con grandes cadenas y plataformas de venta en línea, al tiempo que asegura un acceso equitativo a la literatura. Asimismo, en países como Alemania, las subvenciones estatales a editoriales y autores han fomentado una diversidad cultural y literaria sin precedentes.

Claro, en Colombia tenemos también precio único en las publicaciones. Esto lo fija el editor de cada libro o revista. Pero quizá lo que necesitamos es que esto se enuncie claramente en un proyecto de ley. No que el estado, por medio de un proyecto de ley, intente meter mano en la forma en la que editoriales fijan sus precios.

La importancia de adaptar nuestras políticas a las nuevas necesidades del mercado y los lectores no puede subestimarse. En la era digital, el acceso a libros electrónicos y audiolibros debe ser considerado dentro de un marco legal que incentive tanto la producción como la distribución de estos formatos. Además, es crucial implementar programas de fomento a la lectura que lleguen a todas las comunidades, especialmente aquellas más vulnerables y con menor acceso a recursos educativos.

Sería de un enorme valor, por ejemplo, regular en la legislación colombiana la forma en la que se emplean las licencias Creative Commons [tan comunes hoy en día en publicaciones científicas], o repensar la manera en la que se formuló la Ley 2090 de 2021, en la que se aprueba el “Tratado de Marrakech para facilitar el acceso a las obras publicadas a las personas ciegas, con discapacidad visual o con otras dificultades para acceder al texto impreso”. Tranquilos, sobre esto volveremos en otra entrada porque ahí hay mucha tela para cortar.

Es evidente que se necesita una actualización y modernización de la legislación vigente para fomentar una industria editorial robusta y diversa. Adaptar nuestras políticas a las realidades actuales no solo beneficiará a los lectores, sino que también fortalecerá el tejido cultural del país. Sin duda, una nueva ley del libro es una prioridad que no puede esperar.

Se necesita un diálogo amplio y participativo

La creación de una nueva ley del libro en Colombia no puede ser un ejercicio aislado ni exclusivo de unos pocos actores. Es fundamental promover un diálogo amplio y participativo que involucre a todos los sectores interesados. Este enfoque inclusivo debe considerar la voz de escritores, editores, libreros, bibliotecas, educadores y, crucialmente, las comunidades, territorios y regiones del país [es necesario que dejemos de pensar desde el centro]. Solo mediante la participación activa y el intercambio de ideas entre estos actores diversos se puede garantizar que la ley refleje las verdaderas necesidades y aspiraciones de todos.

Un diálogo inclusivo no solo permitirá identificar los desafíos actuales que enfrenta la industria del libro, sino que también ofrecerá la oportunidad de explorar soluciones innovadoras y efectivas. Por ejemplo, los escritores pueden aportar su perspectiva sobre las dificultades en la creación y publicación de obras, mientras que los editores pueden compartir sus experiencias sobre la distribución y comercialización. Los libreros, por su parte, pueden ofrecer una visión clara de las tendencias de consumo y las necesidades de los lectores, y las bibliotecas pueden destacar su papel crucial en el acceso gratuito a la lectura y la información.

Asimismo, la inclusión de educadores es vital para asegurar que la ley del libro promueva la educación y la alfabetización desde las etapas más tempranas. Los educadores pueden aportar valiosas ideas sobre cómo integrar la lectura en los planes de estudio y cómo fomentar el hábito de la lectura entre los estudiantes. Involucrar a las comunidades y territorios locales, especialmente aquellos marginados o con menor acceso a recursos, es igualmente esencial. Sus experiencias y necesidades específicas deben ser consideradas para garantizar que la ley sea equitativa y beneficiosa para todos los colombianos.

Pero, de manera decisiva, es necesario contar con la voz de niñas, niños y jóvenes. La ley debería recoger qué piensan, qué desean, cómo imaginan su futuro, cómo quieren escribir, qué quieren leer, qué quieren narrar, etc.

Tradicionalmente hemos considerado que la aproximación a la lectura se realiza en la escuela. Pero creemos que esto debe repensarse. Claro, la lectura en la escuela y en la educación es un eje fundamental... pero seamos francos: la lectura, nuestra relación con los libros; la escritura y las búsquedas estéticas personales; la oralidad y las manifestaciones culturales que se preservan allí exclusivamente, escapan a las aulas.

O, dicho de otra manera: nuestra relación con el libro no debe, o no puede, reducirse al aula escolar.

De vuelta al tema y para poner un cierre a esta entrada: un enfoque colaborativo y participativo en la creación de una nueva ley del libro no solo hará que la normativa sea más equitativa y representativa, sino que también fomentará una cultura de lectura más sólida y accesible. Este proceso inclusivo es el camino hacia una legislación que verdaderamente atienda las diversas necesidades de la población y que promueva el desarrollo cultural y educativo en Colombia.

Les dejamos aquí los enlaces al artículo de El Espectador y otros que han salido recientemente:

Aquí, de otro lado, está el famoso Proyecto de Ley